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miércoles, 9 de noviembre de 2011

ALMA

El Alma Según Allan Kardec

En la secuencia de la evolución de los conocimientos adquiridos sobre la realidad del alma, en diferentes épocas, se destaca Allan Kardec, el emérito codificador de la Doctrina Espírita, nacido en Lión, Francia (1804-1869), que transcribe el mensaje de revelación del Espíritu de la Verdad a la Luz del Cristianismo, donde el ser espiritual que da vida a la criatura humana está muy bien estudiado en las diferentes modalidades de su existencia.
Sus enseñanzas vienen adquiriendo progresivamente mayor número de adeptos, en todos
los estratos sociales, en diferentes partes del mundo.

Algunos conceptos, contenidos en El Libro de los Espíritus, son aquí transcritos libremente
en su contenido, por ser indispensables a la interpretación que se procura dar, en el presente trabajo, sobre la realidad del alma y del espíritu.
Los Espíritus son los seres inteligentes de la Creación y se caracterizan por su individualidad.
Fueron creados simples e ignorantes y tiene la oportunidad de evolucionar y de volverse perfectos. El pensamiento, la inteligencia, las cualidades morales y la consciencia, son atributos del alma.
Las almas son los espíritus encarnados. Forman parte de la constitución de los seres humanos temporalmente, para purificarse y esclarecerse y fuera de ellos, como espíritus, pueblan el mundo invisible.
La participación de los espíritus en la formación de los seres humanos se hace a través del
proceso de reencarnación, un fenómeno de asociación, dándoles la oportunidad de evolucionar, pues todos los espíritus tienden a la perfección El espíritu está revestido por un envoltorio de naturaleza electromagnética, el periespíritu, que en el organismo humano constituye la unión entre el alma y el cuerpo físico, y después de la separación, que se realiza en el desenlace, el periespíritu también se desprende del cuerpo y se mantiene unido al espíritu.
Si los espíritus, como seres encarnados procedieran de modo contrario a la Ley de Dios, recibirán, como retorno, en esta vida o en vidas futuras, las pruebas correspondientes a sus faltas, bajo la forma de sufrimientos físicos o psíquicos, o dificultades en los diferentes sectores de la vida.
Los atributos de la individualidad humana son los del espíritu encarnado. Así, un hombre
de bien es la encarnación de un espíritu bueno y un hombre perverso es la encarnación de un espíritu impuro, ignorante.
Los seres humanos que cometen faltas, que agreden la Ley, no retroceden espiritualmente.
Se mantienen estacionarios y si no tuvieron la oportunidad de reparar, en la misma existencia, las faltas cometidas, tendrán que retornar, en encarnaciones futuras, cuantas sean necesarias, y enfrentar diferentes modalidades de sufrimientos, que constituyen formas de reparación de sus faltas, y la oportunidad de rehacer la existencia no aprovechada, para alcanzar algún progreso espiritual.
Los espíritus sufren, tanto en el mundo corporal como en el espiritual, las consecuencias de
sus imperfecciones.
Para los espíritus la encarnación puede ser un acto de expiación o de misión que ellos aceptan con placer, con el fin de ayudar a los seres humanos a alcanzar más rápidamente el progreso en los diferentes sectores de la vida. Son almas primorosas que pueden reencarnar aisladamente, o en grupos, y se identifican por sus ideales de amor a los semejantes, procurando incentivar el progreso y el bienestar de los seres humanos en las diferentes áreas de actuación, motivando la evolución de la consciencia humana en los ideales de paz, fraternidad y progreso.

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